No viajamos por viajar,
sino por haber viajado
Alphonse Karr

Este viaje ha sido especial, o mejor dicho, diferente. Su protagonista ha sido la pérdida. Una de ellas producida por el paso del tiempo, por “Ley de vida”. Y es que nos han dejado dos tripulantes y “medio”:  David, que con sus 21 años cumplió su “amenaza” del verano pasado en el que dijo que era ya su último viaje con nosotros,  Mara, nuestra fiel y querida perrita que sin avisarnos,  se fue en diciembre pasado. En su lugar viene Tula, quien ha conseguido mitigar gran parte de nuestra tristeza por la pérdida de Mara. En este viaje, su recuerdo se hace aún más intenso. Y por último el “medio” tripulante hace referencia a Raul, nuestro hijo menor.

Resistiéndonos a este  “abandono masivo”, el viaje ha sido organizado en torno a un curso/reunión de músicos que se celebraba durante 10 días en Lévico- Terme, al norte de Italia, muy cerca de las Dolomitas, y al que él, apasionado de la guitarra eléctrica, deseaba asistir con su profesor Santiago, un joven y entusiasta músico, todo un descubrimiento por su profesionalidad, su dedicación y entrega y por ser algo fundamental en estos días: una Buena Persona.

Y con la excusa de llevarle a Levico, tracé un itinerario que transcurrirá por varios países y ciudades de Europa durante los primeros 10 días, para luego terminar en los Alpes Dolomiticos los 10  restantes de la estancia de Raul en Levico-Terme.

Ha sido un viaje diferente, lleno de contrastes. Me ha sido muy difícil poner un título. Ni siquiera es Viena, ya que hemos estado en los alrededores de Linz. Tampoco sería Budapest, porque hemos hecho alguna parada en Hungría. También, atravesando Eslovenia de norte a sur hemos hecho un par de altos en nuestro camino y por último, nos hemos deleitado una vez más en la seductora Venecia.


¿Por qué “contrastes”? Porque quien conozca Viena y Budapest estará de acuerdo conmigo en que son ciudades diferentes aunque tengan algunos puntos en común, porque incluso en la propia Budapest, existen grandes contrastes entre Buda y Pest, y no digamos si incluimos para formar la terna, Venecia. Porque a los largo de estos días hemos circulado por carreteras de seis países distintos, sin incluir España (Francia, Alemania, Austria, Hungría, Eslovenia e Italia). Y fundamentalmente porque lo he sentido así. He sentido la elegancia de Viena, y el “declive” de Budapest, en la que, pese a ser una ciudad muy hermosa, se respira cierto aire de decadencia en un esfuerzo por mantenerse como era, un poco la hermana pequeña de Viena. He sentido a Venecia, que acoge a nobles y a villanos, en la que se respira grandeza y a la vez sencillez y he sentido la grandiosidad de los Alpes dolomíticos, con sus cimas de “tresmiles” y sus hermosos valles.




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