A LAS DOLOMITAS POR VENECIA

Domingo, 18 de julio


Recorrido:Celje-Venecia
Km: 299

Pernocta: Camping Venecia. 37 €.
Eslovenia: Ptuj y Celje

Visto ahora con las distancia que dan 24 horas, Budapest es una ciudad bella, donde contrasta la sencillez de la Buda antigua y medieval con la opulenta y lujosa Pest. También es una ciudad incómoda para el turista caminante aunque tiene todos los medios de transporte: tren, metro (2 líneas rápidas y cómodas), autobús, trolebús y tranvía, eso sí, viejos. Esta “vejez” es una muestra de la decadencia que se observa en muchos rincones de la ciudad de Pest que no son itinerarios turísticos propiamente dichos. Construidos durante la época comunista, no han sido reformados ni rehabilitados, como por ejemplo, el camping.

Atrás hemos dejado una ciudad refrescada por una tormenta nocturna que ha bajado la temperatura unos 8 o 10ºC y de 30 o 35ºC que teníamos ayer, ahora tan solo 25 ó 28ºC.
Inevitablemente hemos tenido que atravesar la ciudad hasta el Parlamento por la parte de Buda y hemos salido de ella en un domingo sin tráfico, afortunadamente. Una vez más el tom-tom ha sido de una ayuda inestimable.

Y hemos puesto rumbo a Levico Terme, pero deteniéndonos antes en dos ciudades. La primera de ellas Ptuj, la ciudad más antigua de Eslovenia, y la segunda Celje.  En este país estuvimos hace 4 años y entonces me gustó, como ahora: ordenado, limpio, verde, con mucha vegetación… Compramos la viñeta en la 1º gasolinera, 15 euros para 7 días que es lo minimo.

Ptuj es una bonita ciudad que a las 15,30 parece dormida, pese a ser domingo. Casi nadie está por las calles aunque la temperatura es estupenda. La ciudad sorprende por su sencillez y belleza: casitas de colores, pequeñas, se alinean a derecha e izquierda de tranquilas calles. Pasamos por lo que es el ayuntamiento, un hermoso edificio del XIX que da carácter a la plaza donde se asienta, para visitar el Monasterio Minorita que aunque fue fundado en el siglo XII su actual estructura es de Barroco e interiormente no tiene nada destacable.

Regresamos perdiendonos por sus calles para disfrutar de la torre de la ciudad frente a la cual está el monumento de Orfeo, una lápida de mármol de 5 m de altura del siglo I, que describe diversas escenas del mito de Orfeo y que sirvió de picota durante la edad media. La calle que se abre frente a este conjunto es deliciosa, con casitas de colores y terrazas en los que algún que otro grupo disfruta de la tarde dominical. Parece que detrás de la torre hay una iglesia parroquial que encontramos cerrada.

De aquí pusimos rumbo a Celje y a un area en la ciudad que no encontramos. Sin rendirnos buscamos después otra cercana que fuimos también incapaces de encontrar, tras dar unas cuantas vueltas e incluso toparnos con una carretera imposible si llegamos a encontrarnos con un turismo en sentido contrario. Eso sí, una carretera preciosa que discurría por la ladera de una montaña entre granja y granja. Así, nos encontramos de nuevo en Celje y decidimos visitarla para buscar después un camping donde poder pasar la noche.

La ciudad no nos resultó más bonita de Ptuj si bien su entorno es hermoso, rodeada de vegetación, parques y bosques. Al igual que en Ptuj, en Celje encontramos  casas bajas sencillas que se alinean formando rectilíneas calles empedradas, ordenadas y elegantes. Paseamos con Tula por solitarias y tranquilas calles, pese a ser un domingo a  buena hora y hacer una estupenda temperatura.
 Y siempre que dejo un lugar cuya calificación “literaria” ha sido mejor de lo que yo realmente encuentro, me voy con la sensación de no haberlo visto bien, de dejarme algo importante.

Ahora teníamos que buscar un camping. El primero al que llegamos estaba lleno y era pequeño. Después de estar como habíamos estado en Budapest, ver “tanta” gente nada más asomarnos (y lo pongo entre comillas, porque a lo mejor no era “tanta”) nos resultaba algo agobiante, así que dimos la vuelta y encontramos otro cercano a la autopista. El camping estaba instalado en el gran jardín de una casa de campo, pero el sitio, pequeño, era más que suficiente además de ser muy agradable, tranquilo y estar muy cuidado. El precio, 22 euros aunque nos restó 2 por no aceptar tarjetas de crédito, nos pareció adecuado. Me llamó la atención el cuidado e incluso el cariño que había en las pequeñas instalaciones del camping y un cartel en los grifos de los baños que informaba de que el agua era un bien que generaba riqueza y que no se desperdiciara.

Lunes, 19 de julio


Siempre...Venecia

Ha sido la primera noche en la que hemos pasado FRIO y nos hemos tenido que tapar. La mañana es estupenda y salgo con Tula a pasear fuera del camping, junto a la rivera del río.
Salimos hacia Venecia y sigo disfrutando de la densa vegetación y de los bosques que ofrece este país. Tendrá poco patrimonio histórico, pero un gran patrimonio natural, como de hecho comprobamos años atrás.

Cruzamos Eslovenia hasta entrar en Italia y tras dudar de si pernoctábamos en el área de Troncheto, en alguna de punta Sabioni o en un camping, nos decidimos por esto último, ya que en precio iba a ser similar. El área de  Tronchetto salía por 37 euros 24 horas y era un aparcamiento asfaltado, posiblemente sin arbolado, las de  punta Sabioni eran más baratas, unos 20 euros pero había que añadir el precio del vaporeto, 7 euros por persona -21€ más- el tiempo invertido en llegar, 40 minutos, y las limitaciones de horario de éste y el camping Venecia costaba 40 euros, que con el 10% de descuento por el carnet de camping internacional, se quedó en 37 euros, con mucha sombra, de agradecer sobre todo si pensábamos permanecer allí toda la tarde y salir a las 18,00 horas, además de tener un autobús casi a la puerta que costaba 2,20 euros ida y vuelta, con bastante frecuencia y que en 5 o 10 minutos nos dejaba en la plaza de Roma. Aunque para contarlo todo, la parcelación no era muy buena y la limpieza de los servicios tampoco, pero para una noche, suficiente.

Comimos, descansamos y después de darnos una buena ducha, partimos a las 18 h hacia Venecia con un objetivo principal: ver como atardece y cae la noche sobre la ciudad, sobre el Gran Canal. Era la tercera vez que estaba en esta hermosa ciudad y aún no había podido desfrutar de su noche. Tula no tuvo ningún problema para ir en el autobús, lo cual me dio mucha envidia al compararlo con nuestro país, donde es impensable que un perro utilice el transporte público.
Una vez en la plaza de Roma ponemos rumbo a la plaza de San Marcos, aunque decidimos “perdernos” por el laberinto de sus callejuelas disfrutando de callejones y pequeños canales iluminados por una luz limpia y clara. 



Y conseguimos literalmente perdernos ya que aparecimos en la estación de San Bartolomé, en el canal que une Troncheto con el Lido,  aunque nos costó saber dónde estábamos, así que rectificamos rumbo, pasando por la vía fundamenta donde fabrican y reparan las góndolas, atravesando el puente de la Academia mientras degustábamos un delicioso helado que habíamos comprando antes, y escuchamos el ensayo de una pequeña orquesta de cámara que tocaba en el interior de una iglesia, para llegar a la plaza de San Marcos por la exclusiva calle Fava o di Fabri donde se suceden las tiendas de firmas como Bersache, Hermes, Prada, Guchi, Chanel, y con los ojos como platos mirábamos los precios de unos zapatos por 300 euros o de un pantalón corto por 350. Creo que por salirse de mis cálculos –o quizás por salud mental- he olvidado lo que costaba un bolso de piel.



Esta ciudad me fascina, siempre. Hay gente que dice que es sucia, que huele mal. Yo es la tercera vez que vengo. Es cierto que a veces tiene cierto aire “decadente”, que vienen aromas de alcantarilla, que es algo sucia, pero aún así sigue siendo tan hermosa…y siempre consigue seducirme. Parece salida de un cuento y cuando paseo por sus calles parece que me traslado a un mundo irreal. Solo cuando contemplo algunas calles atestadas de gente, regreso a la realidad del siglo XXI, desde el XVIII ó XIX.  Escuchamos música en las cafeterías clásicas de la plaza, Florian y Cuadri y me dejé absorber por el ambiente y la decoración de la primera, Florian, que conserva mobiliario y decoración de la época.

Como siempre, la plaza hasta la bandera de gente, aunque menos, supongo, que un domingo y a otra hora, por ejemplo, por la mañana cuando al número de turistas solitarios se suman los autocares que sueltan sus hordas que son recogidos por la tarde.

El puente de los suspiros, que quiso ver Raul como 9 años atrás, tenía los edificios aledaños en restauración por lo que no se aprecia su belleza en toda su plenitud.

De camino al puente Rialto, una vez más nos dejamos perder por el laberinto de canales y al llegar nos quedamos sobre él admirando el gran canal a un lado y a otro, el ir y venir de las góndolas, de los vaporetos, el trajinar de las gentes. Estaba lleno de una vida bulliciosa, alegre, pero a la vez, transmitía paz y serenidad. Y allí nos quedamos, atraídos por el espectáculo del caer de la noche. Nos sentamos en unas escaleras de una pequeño embarcadero de góndolas,  observando como éstas se mecían suavemente y escuchando el ruido del agua al golpear su casco. Taxis, vaporetos, góndolas y la gente, en un incesante y continuo ir y venir.

Compramos unos trozos de pizzas y regresamos a este mismo lugar del que, sinceramente, disfruté más que si me hubiera sentado cómodamente en un restaurante, rodeada de más gente, más mesas puestas en fila a lo largo de canal,  de ruidos, de camareros trayendo y llevando…

Y la noche terminó de caer y las luces sustituyeron al sol y poco a poco un manto azul oscuro comenzó a pintarlo todo. Pero la vida no cesó. Me sentía hipnotizada por todo lo que me rodeaba e intenté absorberlo todo para “archivarlo” cuidadosamente: ruidos, olores, colores….
Iniciamos el regreso con una hora por delante: aunque el puente Rialto se une con una línea recta con la Plaza de Roma, las calles, callejuelas, canales y puentes lo convierten en un endiablado laberinto, encontrándonos con paredes de frente que nos obligan a girar a izquierda o derecha, o con una calle tan estrecha que solo cabe una persona, así es que el regreso se convierte en un continuo zigzag que hace que mantener el sentido de la orientación sea francamente difícil. No pude resistir la tentación y me comí otro delicioso helado que me hizo sentir culpable diciéndome a mí misma que si seguía así me iba a quedar atorada en alguna de estas estrechas callejuelas.

Dimos con una plaza donde se celebraba alguna alegre y bulliciosa fiesta de barrio con un grupo musical con mucho, mucho ritmo.. Parecía que toda la alegría y vida juvenil se agolpaba en esta plaza y que alrededor reinaba la “nada”, lo irreal. Pude “sentir” el contraste: la vida de esta plaza,  con las solitarias calles aledañas, los viejos y ajados palacios con el ruido , color y olor que reinaba. Algo más que acrecentó mi amor por esta ciudad donde parece que tiene cabida todo, desde lo más racional hasta lo más absurdo,  desde lo más mundano hasta lo más elegante, lo viejo y lo nuevo, el pasado mezclándose con el presente…Todo cabe.

Gracias a alguna señal que otra pintada como un grafiti en los muros de los edificios y que nos dirigía a la plaza de Roma  o ferrovía, llegamos a ella, y aún así no dimos directamente con ella ya que nos desviamos a la derecha terminando en el Gran Canal. Eran las 22,25. Tomamos el autobús, nos dimos una agradable ducha y a dormir soñando con una Venecia esplendorosa que ya no existía.


Jueves 22 de julio


Llevo 2 dias de retraso y ahora escribo con el lago di fedaia a mis pies. Una vista espectacular, rodeada por picachos que rozan o superan los 3.000 metros. Pero regreso al martes dia 20.

Martes 20 de julio



A Lévico Terme por Padua

Itinerario: Venecia-Padua-Levico Terme-Caldonazo
Km: 200
Pernocta: Area consentida en Caldonazo. 6 €.

Dejamos Venecia con mucha tranquilidad, después de darnos una ducha y conectarnos a internet rápidamente para comprobar que raul estaba en las listas de admitidos en su facultad ya que tenía que hacer la matricula al día siguiente y aun no había recibido la carta con una clave que le da acceso a internet para poder hacerla. Es increible: todo esta informatizado, le envían a su móvil un mensaje dándole la bienvenida, tienen su dirección electrónica, pero resulta que todo depende de que recibas una carta por correo con la clave....como hace 200 años. Por supuesto la carta no llego a tiempo pero eso corresponde ya al día 22.

Hoy comenzaba lo que sería la última parte de nuestro viaje: el curso-reunión musical de Lévico Terme a la que  Raul se había apuntado con mucha ilusión. Y como uno de mis defectos no es ser desagradecida, desde estas líneas deseo expresar mi agradecimiento a Santiago, su profesor, por todo su interés y preocupación para conseguir que Raul estuviera allí.

De Venecia pusimos rumbo a Padua ya que recibimos un mensaje del Santiago en el que nos decía que una huelga en Italia retrasaría su vuelo hasta el día siguiente, miércoles, así que como  no había nadie esperándonos, decidimos tomar nuestro viaje con más tranquilidad aún.

Llegamos a Padua con la intención de visitar en primer lugar la Basílica de San Antonio,  como hace casi 23 años. Pero aparcar se convirtió en una tortura y al final, después de meternos por algún sitio casi imposible dudando de si estaba en el sitio correcto y si no sería arrollada por un tranvía, aparcamos la autocaravana cerca de la famosa plaza Prato Della Valle, la segunda mas grande de Europa después de la plaza roja de Moscú. Pero para llegar a la basílica dimos una vuelta tremenda, tanto que casi nos llevo 20 minutos y consumimos el tiempo del aparcamiento entre ir y visitar rápidamente la basílica.

 Ahora estaba todo mucho mas tranqulo que 23 años atrás. Entonces la gran plaza donde se encuentra estaba atestada de gente y de peregrinos y tengo el vivo recuerdo aún de gente que entraba andando de rodillas, y una explosión de fervor que ahora no vi por ningún lado, si acaso junto a su tumba, donde había gente con la cabeza  y manos pegados a ella. Y mis recuerdos sobre el interior de la basílica habían sido borrados por el tiempo, por lo que me dejé sorprender por segunda vez por su gran tamaño, su luminosidad y su decoración interior, con frescos que la llenar de color y alegría. Algo bueno tiene que tener no disfrutar de una buena memoria. Angel tuvo que marchar porque se acababa el tiempo del aparcamiento y yo me entretuve en algunos puestos comprando alguna medallita o recuerdo de dudoso gusto para mi madre, ya que San Antonio es patrón de su pueblo natal.


Intentamos encontrar la famosa capilla con los frescos de Gioto, pero no había indicaciones, así que un poco quemados por el tema del aparcamiento y la falta de señalización, la dejamos atrás sin poder disfrutar de las bellezas que esta ciudad, según leí, guardaba, poniendo rumbo  a Levico a donde llegamos alrededor de las 16,30, no sin antes  haber comido y haber sido parados por la policía quien por segunda vez en nuestro viaje,  pidió nuestra documentación y la del vehículo para decirnos que en italia era obligatorio circular con las luces de posición encendidas.

Una vez allí,  fuimos a buscar a la responsable del curso, Daniela Pisano. Como era de esperar no estaba, pero nos envió enseguida a las personas con las que Raul iba a comer y cenar: una familia Milanesa cuyo padre e hijo asistían al curso y que junto con 7 jóvenes más,  compartían durante los 10 días un caserón  del siglo XVI, frente a la pensión donde Raul dormiria y desayunaria. Sabrina y Dino, el matrimonio, resultaron encantadores. Los típicos italianos comunicativos, simpáticos, explosivos y divertidos. Me quedé tranquila porque sabía que cuidarían de Raul como si fuera su hijo. Quedando para comer juntos al día siguiente a las 13h, iniciamos la busqueda de un sitio donde poder pasar la noche.
 
Tras dar vueltas por aquí y por allá, siguiendo las indicaciones que se daban en una página italiana de “areas di sosta”, dimos al final con un aparcamiento de tierra y hierba  en Caldonazo, a 4 km de Levico y a 500 m escasos del lago de esta localidad. Sin ningún servició, bien iluminado y por 6 euros noche, con tres autocaravanas más, decidimos quedarnos allí ya que junto a los lagos, tanto en el de Caldonazo como en el de Levico, unos gálibo impedían la entrada de autocaravanas.  Coordenadas:

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