LA SENDA GARDONE-VARDABE. LA "EXPULSIÓN" DEL PARAISO

Miércoles 28 de julio
Itinerario: Area de Predazzo-Refugio Gardone-Paso Costalunga-Val d’Ega-Bolzano-San Cipriano
Km:90
Pernocta:  Aparcamiento en San Cipriano. N46º15.192, E 11º48.042.


Son ya las 19,30 y es que hemos tenido problemas para encontrar donde pasar la noche, hasta que hemos llegado a San Cipriano, en el Catinaccio, antes del passo Negra. Frente a nosotros, una tarde más, se elevan cimas que rozan,  los 3.000 metros. La paz es absoluta y casi sobrecogedora. Se oyen volar las moscas. Hemos encontrado un aparcamiento a la derecha de la carretera, al comienzo de alguna ruta y frente a unos hotelitos sencillos y preciosos. Se oyen los pajarillos ya que no circula ningún coche hacia el paso ¡qué tranquilidad!.

Me he despertado a las 8,30 desde las 22,30 de anoche en que me “desmayé” y es que debo estar notando la acumulación de los “paseos” alpinos. La temperatura exterior es de 8ºC y la interior de 11ºC. Después de desayunar nos hemos acercado al teleférico, al que acudía mucha gente, a ver que excursiones podíamos hacer. En la taquilla nos hemos hecho con un mapa y hemos seleccionado una posible ruta. Hemos tomado la telecabina hasta el refugio Gardone (8€ persona y el chucho no paga ya que es un “canonino” o perro pequeño). Luego hay telesillas (12€ todo) que suben más, pero nos ha dado miedo subir con Tula.

Desde el refugio Gardone la vista es magnífica: a nuestros pies la villa de Predazzo y a la altura de nuestros ojos, lejos, en el horizonte, se extiende de izquierda a derecha una corona de cimas que superan los 2.500 metros.

Hemos decidido hacer una senda llamada Gardone-Vardabe (nº 6) definida como fácil y de una duración de 2 horas. En el mapa aparece como circular y con poco desnivel. Hemos tenido que preguntar en la telecabina donde comenzaba la senda y lo hace en una esquina escondida a un lado de la telecabina y se corresponde con el número 50.


La senda es estrecha y va discurriendo por la ladera de la montaña, ascendiendo suavemente en algunas ocasiones en medio de un bosque maduro de laris –según me dice Angel, algo parecido a los abetos, pero no son abetos- 

Cuando aparece algún claro, las vistas sobre el valle y la cadena de montañas son espectaculares. 

Continuamos siempre por este sendero estrecho por la ladera hasta que comenzamos a oir un concierto de cencerros que corresponde a un hermoso grupo de vacas a las que sus dueños intentan guiar y que rebeldes, se resisten. Aquí aparece mucho fango en medio del sendero y un grupo de tres personas regresan por que no se sienten capaces de salvarlo. Aunque han puesto tablones y ramas, es muy difícil pasar, pero Angel lo consigue y yo con él. Otro grupo que nos sigue, se da la vuelta. 

Continuamos hasta dar con un camino ancho, empedrado y con mucho desnivel. Hay dos opciones: a la izquierda, ascendiendo, se llega a un lago, de bajada, no señala nada. La pendiente es más del 25% así que la decisión para mi es fácil: hacia abajo aunque no dejo de gruñir diciendo que todo lo que bajamos habrá que subirlo de nuevo y que la pendiente es muy respetable. Así, cruzamos un arroyo para después, en completa soledad, llegar a unos extensos prados con algunas casas dispersas que aunque cuidadas, parecían deshabitadas pero con unas vistas dignas del escenario de alguna película ¡qué preciosidad! Angel tiene razón: solo por ver esto merece la pena la dura ascensión que luego nos espera por una pista ancha, a veces de cemento y que nos lleva cerca de los cables del teleférico y al refugio en unos 20 minutos, que, sinceramente, a mi se me hicieron muy largos, y de hecho, mis pobres patitas se están resintiendo y ahora, cuando escribo esto, me siento totalmente entumecida. Empleamos una hora y cuarenta y cinco minutos en total.


Tula, una vez más, se volvió loca con todas las polillas, mariposas, escarabajos y demas bichos que saltaban y volaban entre las hierbas de los prados.

Antes de descender en el teleférico, probé una especie de trineo que va por railes similar a una montaña rusa. Lo novedoso para mi es que una vez arriba, cada uno puede controlar su velocidad frenando con una palanca igual que la que tienen los trineos. Y yo … pues me voy haciendo cada vez más conservadora y casi me pilla el trineo de atrás que para mi vergüenza iba con una madre y una hija. En mi descargo diré que si hubiera subido una segunda vez, me habría “desmelenado” y corrido más ya que le cogí el “tranquillo”.


Cuando descendimos eran ya las 13,30 por lo que pensamos en darnos una ducha, comer y cargar y descargar aguas. Mientras hacíamos todo esto y hasta las 16,15, la policía apareció otras dos veces más para comprobar el aparcamiento de autocaravanas.

Nuestro siguiente destino era el Val d’ega. Dejamos atrás Vigo di Fassa, esta vez más tranquilo que la primera vez que pasamos por aquí y ascendimos el paso de Costalunga. En Carezza del Lago dejamos a nuestra izquierda lo que parecía ser un hermoso lago con un tono azul turquesa difícil de describir, pero no reaccionamos a tiempo para parar y continuamos carretera abajo por un valle que no tenía ningún encanto, o al menos, no se lo supimos encontrar, buscando ya un sitio para pernoctar. Pero sin hallarlo, nos encontramos en Bolzano y engañados por la señora que encontramos en el lago Miss y que nos la había descrito ésta como una bonita ciudad, pensamos en pasar la noche aquí. 

El primer aparcamiento que encontramos, junto a la estación del tren…indescriptible: lleno de camiones y coches y con tres autocaravanas alemanas, una de ellas tenía las sillas en medio con un señor gordo y orondo descamisado  despanzurrado en medio de aquel desangelado lugar. Me pareció …¿grotesco? 

No sabría describirlo: venía de contemplar hermosos prados verdes, valles, grandes espacios abiertos, y de pronto me veo en medio del asfalto en un lugar ruidoso, feo y caluroso. Así que salí espantada en busca del segundo que encontramos junto al cementerio. Este era mejor, pero tampoco consiguió seducirnos, así que sin pensarlo mucho, pusimos rumbo hacia Tires y San Cipriano. 

Lo que vimos de Bolzano no nos gustó. Una ciudad industrial, llena de carreteras,  autopistas y túneles en donde el navegador perdía la señal. Posiblemente el centro histórico fuera distinto, pero no teníamos ánimo para cambiar los tranquilos senderos, los bosques, el silencio y el fresco, por el asfalto, los edificios, el ruido y el calor.

Ahora son las 20,30 y sigue sin oirse nada, a lo lejos, el ladrido de algún perro que otro, pero ya los pájaros han enmudecido. Se aproxima la noche y oigo hasta el ruido que hace el bolígrafo al escribir…y no exagero.
Coordenadas de pernocta: N46º15.192, E 11º48.042.


El valle del rio Cismon (San Martino di Castrozza)

Jueves, 29 de julio
Itinerario: San Cipriano-Paso Negra-Lago Carezza-Paso Rolle-San Martino di Castrozza
Km:80
Pernocta:  Area Tognola en San Martino di Castrozza. (N46º25441; E 11º80058). 12 €

Amanece gris, día plomizo, pesado y las cumbres del Catinaccio se cubren a ratos por las nubes que descansan momentáneamente para luego proseguir su lento avance.

Salimos a dar un pequeño paseo y tomamos una senda que descendía suavemente por un lado del río. Agradables olores que no me resultan familiares nos acompañan durante el breve recorrido. Tan solo soy capaz de apreciar algún aroma parecido a la menta. En diez minutos  el sendero nos coloca en la carretera a lo largo de la cual se extiende el pueblo y confirmamos lo que pensamos ayer: este es un sitio muy, pero muy “exclusivo”: limpio, tranquilo, elegante y nada, nada masificado y con algunos turismos en los aparcamientos, de varias nacionalidades y también algo “exclusivos”.

Me fijé bien donde estaba el aparcamiento: en la parada del autobús, unos 50 metros antes de la salida del pueblo y a la derecha de una rotonda.

La noche anterior habíamos decidido variar algo nuestros planes iniciales y si bien teníamos pensado dormir en Predazzo y descender el viernes hacia Levico por el Paso Mangheri al sur de Castillo Fiemme, lo cambiamos para dirigirnos a San Martino di Castrozza haciendo el paso di Roche por la 50.

Así, ascendimos por el paso Nigra de 1688 metros, a mi juicio más bonito que el de Costalunga, para, en primer lugar, regresar sobre nuestros pasos y acercarnos de nuevo a Carezza del lago para ver el impresionante lago que ayer nos llamó tanto la atención.

Llegados aquí, y aunque tan solo eran las 10, los pocos sitios para aparcar que había en la carretera están llenos y solo podemos entrar en uno de pago que resultó ser un atraco: los turismos lo pagaban a 1€ la hora, pero para las autocaravanas el coste subía a 5, aunque tenían la generosidad de regalar 15 minutos. Enojados, cabreados y jurando en hebreo por lo que consideramos una vez más un abuso, dejamos la auto y rapidamente nos dirigimos al lago por un tunel que salvaba la carretera. 

Y lleno de gente hasta la bandera, arriba, abajo, alrededor…Hice unas fotos con una luz nada buena –a mi juicio era mejor la de ayer- y regresamos a la auto dispuestos a no darles ni un euro a estos “salteadores de la carretera”. Y es que es curioso lo de este país: tienen sitios con areas estupendas, gratis, con facilidades de todo tipo, pero también pueblos enteros como Cortina D’ampezzo por poner un ejemplo, donde se prohibe expresamente el aparcamiento a las autocaravanas, ni para comprar pan, o con precios abusivos que disuaden.

Nos encaminamos de nuevo a Vigo di Fassa, Predazzo -3º vez en 10 días- para subir el paso Rolle de 1970 metros y allí nos encontramos mucha niebla. Decidimos parar hasta que pasara y allí nos estalló una fuerte tormenta de agua y con unos truenos que hacían temblar la autocaravana. La niebla “abrió”, pero la lluvia no cesó y tuvimos que descender este paso con unas “tornantes” considerables hasta llegar a San Martino acompañados por ella.

Llegamos a la primera area localizada junto a un camping resultando ser un vulgar aparcamiento con un aviso de que estaba cerrada e indicando el area abierta, aunque como único dato estaba solo la carretera.

Las coordenadas en el navegador N46º25441; E 11º80058, nos llevaron a ella sin problema. Se accede a través de una barrera automática que entrega un ticket que indica la fecha y hora. Es un area arreglada “atrezata” de las mejores que hemos visto. Su nombre es Tognola y pertenece a un camping. 

Está aterrazada en dos alturas y con servicio de carga y descarga de agua y WC techado. Electricidad a 1€ 80 minutos y goza de unas impresionantes vistas  sobre agujas de roca que rozan todas los 2.500 metros. 12 €, 24 horas, mínimo 2,50 € ya que también cobran por horas. Está a un poco más de un kilómetro del centro, pero dispone de un servicio de transporte -una “naveta” o furgoneta- gratuito y cuando se quiera. Si el vehículo está allí, en el momento de pedirlo te desplaza al centro, y si no, se puede llamar por teléfono. Para el regreso igual, se solicita por teléfono, aunque nosotros, para salvar la dificultad del idioma, acordamos la hora y el lugar.

Cuando llegamos eran las 13,30 y no cesaba de llover. Pensamos en tres posibilidades: esperar en el primer aparcamiento y cuando dejara de llover recorrer algun sendero, o entrar ya en el area, o la última, continuar hacia el sur, pero esta última opción unicamente serviría para quemar kilómetros sin sentido, dejando atrás posiblemente hermosos lugares. 

Como no teniamos prisa hasta mañana por la tarde nos decantamos por la segunda opción. Preparamos la comida y a las 15 horas la lluvia no había cesado, ni parecía que fuera a parar, así que me subí a mi buhardilla y me situe en la cama con la claraboya en mi cabeza oyendo como la lluvia la golpeaba y viendo cómo las nubes caminaban entre los picachos y acompañada de un buen libro (El tiempo entre costuras).


Tuvimos que poner la calefacción y luego supimos que en Madrid seguía apretando el calor y resultaba agobiante. Así, leí, dormí, seguí leyendo, hasta que a las 17,30 comenzó a aflojar y paró de llover. Y como los caracoles, salimos todos de nuestras autocaravanas a pasear a nuestros perros. 

Y pudimos ver como una finísima capa blanca pintaba de blanco débilmente las cumbres más altas que casi podíamos tocar con los dedos: había nevado. 

Cuando regresamos de estirar las patitas vimos la naveta que salía del area, la paramos, pedimos información y nos fuimos con ellos a descubrir una bonita localidad cuya arquitectura más moderna de hoteles con balconadas de madera, se integraba a la perfección en un bello entorno de alta montaña. Tiendas finas con bonitos y atractivos escaparates, pastelerías –mi debilidad, para mi desgracia-, tiendas de regalos, restaurantes, cafeterías…poblaban esta céntrica zona con mucha gente, pero nada agobiante. A la hora acordada la naveta nos retorno al area donde ya habían llegado más autocaravanas y a nuestro lado, un “autobús” que nos ocultó parcialmente las bonitas vistas que teníamos a nuestra izquierda, aunque nos dejó disfrutar de la corona montañosa que estaba frente a nosotros: el de mayor altura, el Cimón Della Pala con 3.184 metros, el más bajo, el Dente del Cimone, alcanzaba los 2.680 metros, un poco a la derecha el Rosetta, con sus 2.743 metros y un poco más, la Pale de San Martino, de 2.982 m

Y sin dejar de  disfrutar de estas hermosas vistas, la noche nos sorprendió.

Nuestro “penúltimo” paseo por las Dolomitas. La sorprendente Trento

Viernes, 30 de julio
Itinerario: San Martino di Castrozza-Levico-Trento-Caldonazo
Km:149
Pernocta: Aparcamiento de autocaravanas en lago Caldonazo. 6 €

Nos hemos preparado para el regreso: aguas limpias, grises, water, duchas…y cuando hemos acabado nos hemos ido a dar un paseo por un camino que sale a la derecha del area, junto al teleférico.

Ascendemos por una carretera hasta un hotel en donde ésta se transforma en un camino que se interna en un bosque. Luego encontramos caminos y senderos que se cruzan. Nosotros hemos seguido el que va a San Martín. 

No deja de haber gente que al igual que gnomos, se les ve a lo lejos pasear por aquí y por allá entre la frondosa vegetación. Llegamos a una zona de “aventura” de esas que tienes tirolinas y pasarelas por los pinos y continuamos por lo que era un laberinto de caminos y senderos hasta llegar a un aparcamiento donde decidimos dar la vuelta intuyendo el camino de regreso. 

Al llegar a un puente que cruza el río, elegimos el sendero en dirección al Belvedere. Esta senda parece más salvaje y continuamos por ella en completa soledad. La vegetación tapiza todo el suelo cubriéndolo de un manto verde. Los abetos se estirar buscando la luz que no llega a tocar el suelo. Todo está lleno de vegetación, hasta las rocas han sido tapizadas por musgos, helechos y arbustos haciendo desaparecer tus toscas formas. Parece, como todos, un bosque en donde en cualquier momento pueden aparecer elfos, o duendes o gnomos…

Continuamos hasta acabar en el teleférico. Esté será nuestro último paseo por la Dolomitas.

Al regresar contemplo el teleférico que se eleva en el vacío hasta el pico Roseta con casi 3.000 metros. Angel dice que no le apetece subir, y yo, que no estoy muy decidida, quizás por un estado de ánimo algo triste por la inminencia del regreso, me dejo llevar por su decisión.

Y emprendemos ya el triste regreso descendiendo por una carretera que se abre paso entre moles a nuestra derecha e izquierda para acabar en Fiera di primiero, en una pared que parece cerrar este valle abierto por el río Cismon. Prácticamente desde el paso di Rolle no hemos dejado de descender con “tornantes” hasta el final de este valle.

Donde la la carretera se suaviza, en Tonadico, hemos encontrado un Coop, comprado fruta y algo más para el fin de semana y el regreso a casa. Luego la carretera circula encajada en un estrecho valle y con mucho túnel. Tomamos la 47 y llegamos a Levico alrededor de las 14 horas. Hemos visto fugazmente a Raul que tiene su propio horario marcado, por lo que hemos decidido emplear la tarde en continuar hasta Trento.

El calor se nota, y cuando vamos a comer, al encender el enfriador, compruebo incrédula que no funciona. Miramos los fusibles, por aquí por allá, pero nada. Está puesto del año pasado, tras el accidente que sufrimos en Rouen y solo ha funcionado 12 días. No podemos hacer nada ¡con lo que cuidamos nosotros las cosas! Me enoja esto. Nos ha resultado muy útil hasta que hemos llegado aquí. Ha hecho mucho calor y Raul arriba se quejaba. Alguna noche que otra ha estado encendido toda la noche y a la hora de comer también se notaba su eficacia. Pero siempre ocurre algo “¡qué feliz era cuando no tenía cabras!”. Si no tuviera enfriador, no se rompería. Aunque está en garantía, no deja de ser un trastorno terminar el viaje sin él y tenerla que llevar luego a Alcalá de Henares, y espero que puedan arreglarla sobre la marcha. Ahora pienso en el regreso, en el calor que pueda hacer. En fin, que me llevan los demonios cuando cuidando las cosas y sin motivo aparente se rompen.

(Y haciendo un inciso, añado que fue un fallo eléctrico ajeno al  instalador y que arregló en 20 minutos. A mi petición, me añadió algo para silenciar más la bomba de agua, porque de noche todo se amplifica).

Hemos puesto rumbo a Trento, al aparcamiento de San Severino, ya que hemos leido que el área para autocaravanas estaba algo alejada del centro.  Tiene cinco plazas reservadas para autocaravanas y está al lado del río. Hemos dejado aquí nuestra camper y en tan solo cinco minutos estábamos en la plaza del Duomo, realmente bella, presidida por la fuente de Neptuno y rodeada de bonitas casas, algunas con frescos en sus fachadas.

Nos ha llamado la atención una cola en una heladería e inmediatamente Angel se situó en ella pensando que por algo sería. El nombre creo que era Gron y realmente tiene unos helados buenísimos, pero no mejores que los de Venecia, helado que como siempre, hemos compartido con nuestra compañera Tula que cuando los ve no sabe donde meterse, así que tenemos que pedir unas cucharillas para darle un poquito y que disfrute igual que nosotros.


Hemos entrado en la catedral, nada del otro mundo, y pateado las calles de los alrededores, con  bonitas casas y palacios que hacen del centro de esta ciudad un lugar muy recomendable para pasear tranquilamente disfrutando de las gentes que transitan por sus calles o disfrutan de sus múltiples terrazas a una agradable temperatura.


Pero a las 19,30 ya estábamos de vuelta en el aparcamiento y en una decisión algo “apretada” en el tiempo, decidimos regresar a Caldonazo, por lo menos sabemos que el sitio es más agradable que este aparcamiento. Y aquí llegamos a las 20,10 horas y esta vez somos 11 autocaravanas, 8 más que la primera vez. Claro, que hoy es viernes y comienzo de las vacaciones de verano para mucha gente.

Descubro una autocaravana española y me acerco a saludarles. Catalanes que comienzan hoy una ruta por las dolomitas ¡si yo hubiera pillado esta oportunidad 10 días atrás! Me refiero a encontrar a alguien que regresara cuando yo iniciaba. La de información que me hubiera resultado util. Pero todos no somos iguales, y ellos, una familia con 3 niñas, no han hecho ningún comentario de ningún tipo, es más, he percibido sutilmente que les he importunado, así que, media vuelta, feliz viaje, y cada mochuelo a su olivo.

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