13 de julio, martes.
Recorrido: Catedral de San Esteban-Iglesia de San Pedro-Barrio judio-columna de la peste- Opera -San Carlos Borromeo- monumento a la secesión- Hofburg
Cuarenta y cinco minutos después
de salir del camping estamos a las puertas de la catedral de San Esteban, en el mismo corazón de Viena. Aquí se casó
Mozart y fue celebrado su funeral. De estilo gótico es elegante y luminosa.
Tiene tres naves y varios altares. Nos
hemos detenido en el hermoso púlpito del
XV tallado en piedra y que representa los rostros de varios santos y un papa
junto el del mismo autor asomado a una ventana. Después de pensarlo, hemos
decidido no subir a ver las campanas y las vistas sobre la ciudad.
Una vez fuera, la hemos rodeado admirando su tejado tan característico y que destaca sobre todo lo demás, hecho con tejas esmaltadas de varios colores que forman dibujos, en un lado un zigzag y por otro el escudo del imperio austriaco
Una vez fuera, la hemos rodeado admirando su tejado tan característico y que destaca sobre todo lo demás, hecho con tejas esmaltadas de varios colores que forman dibujos, en un lado un zigzag y por otro el escudo del imperio austriaco
Dejamos atrás la catedral para seguir hacia la iglesia de San Pedro de un impresionante barroco austriaco sobrio y con una rica decoración interior con mucho detalle dorado pero sin estar demasiado recargado. Nos llama la atención un cuadro en uno de sus altares que representa al fundador del Opus Dei.
Pasamos junto a la columna
de la peste de una blancura casi
inmaculada, para después internarnos por las calles del barrio judío, que poco
o nada tiene que ver con los barrios
judios españoles de calles estrechas. Aquí son edificios grandes, señoriales
que se abren a amplias y luminosas calles.
Aquí hicimos nuestro
primer intento de encontrar el adaptador eléctrico de la autocaravana que nos
dejamos en el area de Baume les Dames. Entramos en lo que parecía una tienda de
componentes eléctricos, pero una vez en su interior el lugar resultó ser de lo
más peculiar: era como si al atravesar la puerta hubieramos entrado en un túnel
del tiempo y regresado a mediados del siglo pasado:dos mesas llenas de cosas y
papeles, una máquina de escribir de los 70 y otros objetos viejos, la hacían
parecer más una tienda de anticuarios que una de electricidad. Pese a su
interés, no consiguió encontrar lo que buscábamos y nos envió a dos lugares de
la ciudad.
En una de las calles de este barrio judío encontramos el reloj Anchor, en la plaza Hoher Markt, pero quedaba más de media hora para las 12, hora a la que al parecer, empieza un “baile” de figuras, así que continuamos nuestro camino hacia la arteria principal de Viena, llena de comercios de perfumes y tiendas de moda.
Nos encaminamos a la ópera,
elegante edificio que se abre a una de las principales arterias de la
ciudad y que rodeamos por el exterior.
De allí fuimos a buscar la tienda de electricidad que nos había indicado la señora del barrio judio. Pero no encontramos nada, tan solo tiendas y más tiendas moda. Comencé a preocuparme, tanto que en un edificio cercano vi ondear la bandera española y pensando que era la embajada, allí me dirigí, pero resultó ser el Instituto Cervantes de Viena. En su interior encontré dos profesores españoles a los que conté mi problema. Uno de ellos me habló de un establecimiento cercano al instituto, aconsejándome el otro que buscáramos una especie de Leroy Merlín. Cansados, preocupados y enfadados por tener que dedicar tiempo a esto en vez de disfrutar de la ciudad, optamos por la primera opción al ser la más sencilla, pero tampoco hubo suerte aunque nos señaló una calle comercial cercana al palacio de Hofburg.
De allí fuimos a buscar la tienda de electricidad que nos había indicado la señora del barrio judio. Pero no encontramos nada, tan solo tiendas y más tiendas moda. Comencé a preocuparme, tanto que en un edificio cercano vi ondear la bandera española y pensando que era la embajada, allí me dirigí, pero resultó ser el Instituto Cervantes de Viena. En su interior encontré dos profesores españoles a los que conté mi problema. Uno de ellos me habló de un establecimiento cercano al instituto, aconsejándome el otro que buscáramos una especie de Leroy Merlín. Cansados, preocupados y enfadados por tener que dedicar tiempo a esto en vez de disfrutar de la ciudad, optamos por la primera opción al ser la más sencilla, pero tampoco hubo suerte aunque nos señaló una calle comercial cercana al palacio de Hofburg.
Finalizamos nuestra
primera parte del día en la
Karlsplatz , visitando la iglesia de San Carlos Borromeo y
aunque estuvimos dudando si entrar o no ya que había que pagar, tomamos la
decisión acertada. Su interior guarda una sorpresa, algo curioso de la que, al
menos nosotros, no habíamos disfrutado nunca: un elevador que ascendía hasta
las tres cuartas partes de la cúpula. El resto hasta arriba del todo se hacía a
pie. Es muy curioso e interesante ir subiendo por la cúpula y contemplar a la
altura de los ojos y a escasos metros los frescos que la decoran .
La altura desde arriba es de vértigo. El interior, con una rica decoración barroca, es amplio y luminoso gracias a su enorme cúpula y a los grandes ventanales y dicen que es una “obra maestra del eclecticismo barroco” en el que se combinan diferentes estilos. También encontramos aquí en un altar, otro retrato de Escribá de Balaguer. En el exterior, la fachada posee dos columnas que fueron erigidas bajo inspiración de la columna Trajana de Roma.
Cuando salimos eran ya las 14 horas y localizamos frente a nosotros un parque sombreado que tenía agua fresca e incluso mesas, así que no tuvimos que pensarlo mucho y nos sentamos a degustar nuestros bocadillos.
Continuamos hacia el monumento a la secesión, con una atípica bóveda de hojas doradas.
La altura desde arriba es de vértigo. El interior, con una rica decoración barroca, es amplio y luminoso gracias a su enorme cúpula y a los grandes ventanales y dicen que es una “obra maestra del eclecticismo barroco” en el que se combinan diferentes estilos. También encontramos aquí en un altar, otro retrato de Escribá de Balaguer. En el exterior, la fachada posee dos columnas que fueron erigidas bajo inspiración de la columna Trajana de Roma.
Cuando salimos eran ya las 14 horas y localizamos frente a nosotros un parque sombreado que tenía agua fresca e incluso mesas, así que no tuvimos que pensarlo mucho y nos sentamos a degustar nuestros bocadillos.
Continuamos hacia el monumento a la secesión, con una atípica bóveda de hojas doradas.
Tomamos el metro y me resultó muy curiosa y original la estación que estaba llena de paneles informativos “vivos”, que mostraban datos que continuamente cambiaban, por ejemplo, y según nos podía traducir Raul personas que ha muerto por minas desde enero, horas de trabajo perdidas y otros curiosos datos.
En dos estaciones estábamos a las puertas del Hofburg y de las opciones de visita que había, seleccionamos las habitaciones imperiales dejando atrás el tesoro y otras salas.
En este palacio vivieron durante el invierno la familia Habsburgo y hasta 1918 el emperador Francisco José y Elisabeth (Sissi) con sus hijos y toda la corte. Así que comenzamos a ver cantidades ingentes y desmesuradas de vajillas de todo tipo, cuberterías, cristalerías, candelabros y todo lo inimaginable que se pueda poner en una mesa para su uso o adorno, hasta tal punto que mareaba. Parecía inacabable, verdaderas obras de arte, tanto en cristal como en orfebrería. Nunca había visto tanto trasto lujoso junto. Esto nos dio una idea del lujo y esplendor en que vivía la familia imperial, pero creo que tan solo rozaba la realidad.
Así que llegar a las habitaciones
fue relajante. Ibamos pasando de una a otra y aunque no mostraban nada
destacable en sí, fue interesante verlas ya que nos ofrecieron una visión de la
vida cotidiana de sus habitantes. Sí es curioso el gimnasio que tenía la
emperatriz Sissi en sus habitaciones así como otros objetos que de alguna
manera muestra un carácter algo caprichoso y obsesivo. Un palacio lujoso,
elegante y con estilo donde destacaba el color blanco de las paredes y techos y
los sencillos estucos dorados que los decoraban con mobiliario de la época.
A la salida fuimos a recorrer la calle en la que supuestamente podríamos encontrar el adaptador. Pero no había suerte. Preguntamos a un policía y muy serio nos dijo que cerca había una tienda de electricidad, pero no conseguimos encontrarla con sus parcas indicaciones. Casualmente Raul se paró en una esquina y cuando le buscaba, vi en una calle perpendicular lo que parecía una tienda de electricidad y con muy poca esperanza, pensando que sería un sitio de reparaciones, nos dirigimos allí y esta vez la suerte nos sonrió. Lo encontramos. Nunca pensamos en poner en nuestra caja de herramientas un adaptador suplementario y esta vez fue necesario. Angel decía que en Madrid se encuentran en cualquier tienda, pero había sido evidente que no era así en Viena, y me temía que hubiera sido bastante peor en Budapest. Pudimos resolverlo y eso era lo importante. Tan solo un gesto olvidado, o mal hecho produce este tipo de “accidentes secundarios”.
Regresamos al camping en 40
minutos escasos. Tula estaba bien. Algo había revuelto, pobrecilla, 8 horas
encerrada aquí. Raul y yo cogimos el
notebook y nos conectamos para ver si habían salido ya los horarios como así fue. Lo imprimimos en recepción para poder
leerlos y elegir con tranquilidad. Ducha buena y descanso. Ahora Angel se está
quedando dormido frente a mi, en la silla. Estamos rotos y es que unicamente
hemos parado los 15 o 20 minutos escasos de la comida y no nos ha dejado de
acompañar un calor sofocante y agotador. Tengo los pies llenos de rozaduras y
estoy escocida así que para mañana me toca pantalones cortos, calcetines y
playeras, a pesar del calor. Ahora nos espera la cena e irnos pronto a
descansar.
14 de julio, miércoles
A eso de las 8,00 salí a buscar
pan al supermercado. Dejamos pronto el camping para ir al Parlamento y al
Ayuntamiento. El Parlamento, edificio imponente y elegante en mármol blanco
presidido por la diosa Palas Atenea, se
abre a una gran avenida, la
Ringstraße , por la que coincidimos con una comitiva de coches
oficiales y en uno de ellos pudimos distinguir la bandera alemana
El ayuntamiento, espectacular edificio en estilo neogótico un poco recargado, con una torre de100 m
de altura, queda deslucido por estar
rodeado de vallas para celebraciones de
diversos actos.
El ayuntamiento, espectacular edificio en estilo neogótico un poco recargado, con una torre de
Tomamos el metro para ir en dirección al palacio de Schombrum, residencia de verano de la familia imperial y la corte, donde el metro nos dejó rapidamente. El calor acompaña y es implacable. Hacemos cola para las entradas y la persona que recoge las mochilas habla un buen castellano y nos pregunta por el itinerario que vamos a elegir, recomendándonos el gran tour que contiene 40 habitaciones, mientras que el más sencillo, el que pensábamos hacer nosotros, contenía la mitad pero afirma que los aposentos de este gran tour son más originales y variados, lo que le hace más interesante, así que seguimos su consejo. Mirando los precios nos dimos cuenta que comprando el ticket familiar (adultos y niños hasta 18 años) este itinerario salía más barato que el más sencillo e incluía éste último.
El billete tiene horario de
entrada y tenemos que esperar 40 minutos. Aprovechamos para salir a los
jardines. Pero el calor es sofocante y yo me refugio en un banco a la sombra
aunque Raul y Angel se acercan a una fuente cercana. Incluso a la sombra hace
mucho calor. Parece que estemos en España.
Decidimos renunciar a la guía (el
“teléfono”) ya que 40 habitaciones parándonos en cada esquina, cada detalle
puede resultar bastante pesado. Deseamos tener una idea general. Este palacio
albergaba a toda corte, lo que suponía unas 1.500 personas, y Napoleón fue uno
de sus más famosos huéspedes. Muestra el esplendor de un imperio, el
austro-húngaro que se extendía por Austria, Alemania, Hungría, Italia, Rumanía
y Checoslovaquia. Los primeros aposentos son todos similares: paredes blancas,
estucos dorados, mobiliario de época con sillas y sillones tapizados en color
rojo…muy elegante y bonito, pero es cierto que a partir de la habitación 20
empiezan a aparecer otro tipo estancias como la sala de los millones cuyo
nombre se corresponde con lo que en su época costó, una auténtica fortuna, o la
gran galería de 43 m
de largo y 10 de altura, utilizada para banquetes imperiales. Es un auténtico
tesoro de frescos, pinturas, marquetería, estucos, espejos, tapices, cristal,
mármoles…Y solo hemos visto 40 de sus 1441 habitaciones!!. Lujo, esplendor,
belleza, riqueza, orden…pero a veces satura ver tanto y tanto de tanto, tanto lujo
y derroche, como si esta gente hubiera vivido en un mundo aparte, y si el
“como”.
Y el exterior no es menos: hay un
museo de carruajes, un teatro de marionetas e incluso un zoo fundado en el
siglo XVIII, el más antiguo del mundo, un invernadero tropical con, al parecer,
gran variedad de plantas exóticas. Su visita no está cubierta con nuestra
entrada, pero sí se puede disfrutar de sus jardines, con fuentes, estatuas,
senderos y laberintos. Pero el calor es implacable y lo único que realmente
apetece después de pasear por 40 estancias, es buscar una sombra cercana y dar
cuenta de nuestra comida.
Atravesar algún ancho camino sin sombra es como cruzar el desierto así es que, sinceramente, no tenemos muchas ganas de “perdernos” por sus jardines o de alargar nuestra visita visitando algún sitio más, por encantador que sea. Solo queremos descansar y protegernos del calor. Además, estamos algo “saturados” de tanto y tanto….
Atravesar algún ancho camino sin sombra es como cruzar el desierto así es que, sinceramente, no tenemos muchas ganas de “perdernos” por sus jardines o de alargar nuestra visita visitando algún sitio más, por encantador que sea. Solo queremos descansar y protegernos del calor. Además, estamos algo “saturados” de tanto y tanto….
Después de comer, y como nos
sobra toda la tarde, decidimos ir al cementerio central. Hemos renunciado al
Belvedere ya que no nos gustan mucho los museos, los espacios cerrados. Y de
nuevo el metro resulta cómodo y ràpido. Después tomamos un tranvía que nos deja
en la puerta principal, muy cerca de la zona que queremos visitar donde se encuentran
enterrados famosos músicos y
compositores.
A la entrada se puede adquirir un pequeño plano para guiarse. Y parece más un jardín cuidado que un triste cementerio y a veces destaca más la vegetación y los jardines que las tumbas y mausoleos. Por la ancha vía central, casi al final y a la izquierda, aparece una zona abierta y haciendo un pequeño círculo, y al lado de éste, encontramos la tumbas de Beethoven, todos los Strauss, Mozart (que no está su cuerpo ya que fue enterrado en un fosa común), Suppe, Shubert, Brahms, aunque buscamos otros compositores que no fuimos capaces de encontrar. Hallamos de casualidad también la tumba de Curd Jurgens, afamado actor.
A la entrada se puede adquirir un pequeño plano para guiarse. Y parece más un jardín cuidado que un triste cementerio y a veces destaca más la vegetación y los jardines que las tumbas y mausoleos. Por la ancha vía central, casi al final y a la izquierda, aparece una zona abierta y haciendo un pequeño círculo, y al lado de éste, encontramos la tumbas de Beethoven, todos los Strauss, Mozart (que no está su cuerpo ya que fue enterrado en un fosa común), Suppe, Shubert, Brahms, aunque buscamos otros compositores que no fuimos capaces de encontrar. Hallamos de casualidad también la tumba de Curd Jurgens, afamado actor.
Regresamos al camping a las 17,
muertos de calor y cansancio.Me conecté a Internet para ver los correos y
calcular el trayecto de mañana, que pensábamos variarlo para seguir el consejo
de una pareja salmantina que nos habló maravillas de Soprón en Hungría. Cenamos
pronto para evitar que nos comieran los mosquitos y antes de acostarnos me
acerqué a preguntar a dos autocaravanas españolas si venían de Budapest. No
hubo suerte con ninguna de las dos, pero sí en conocer a Matt, forero de acpasión, foro que también
comparto. Cambiamos algunas impresiones, y unos jóvenes franceses se acercaron
a ofrecernos unos quesos que ellos no podían tener por carecer de frigorífico.
Los repartimos entre Matt y nosotros, pero los mosquitos, que todas las noches
nos atacaban sin piedad, no nos dejaron disfrutar de la mutua compañía y nos
tuvimos que despedir. Ellos iban hacía Chequia y nosotros hacia Hungría. Ahora
doy fe de que el queso estaba exquisito y cayó en poco tiempo.
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